25 agosto, 2010

Antes de 25

¿Y qué ha sido en un año?

1) Un viaje esperado.
2) Ir a ciudades top: Barcelona, Praga, París.
3) Añadir ciudades al top: Porto, Florencia, Roma, Munich, Colonia, Austria, Sevilla.
4) Un arete verde perdido en la Piazza di Spagna, otro teotihuacano en Köln, y uno más en París.
5) Amigos extraordinarios.
6) Una nuit blanche gélida.
7) Un cepillo de dientes caído en Roma.
8) Dos granitos negros en el arroz, pero perdidos en un blanco nieve.
9) La adrenalina de lo nuevo.
10) Un día con las cuatro estaciones.
11) Una ventana con un bosque y el paso del tiempo.
12) Un pretexto para conseguir de nuevo la visa.
13) Mis verdaderos amigos.
14) Una indigestión por crepas.
15) Unos ojos marrones en Montivilliers, unos azules en Rouen, una piel blanca en mi camino a Le Havre.
16) Suspiros que no se ocultaron en abril.
17) Un baile con dos estrellas.
18) Un viaje solitario.
19) Una caminata de día y nohe por París.
20) Miradas austriacas, alemanas y húngaras.
21) Alrededor de 100 hijos.
22) El aderezo andalouse y mucho kebab.
23) Una mochila de mochilazo.
...

XD

22 agosto, 2010

Un rêve

Te ví en un mundo paralelo donde se mezclan tiempos y espacios.

Yo salía corriendo de un edificio gótico por una avenida amplia y rodeada de árboles altos. Estaba a la búsqueda de aquella anciana de blanco que era la ayuda de todos, y que por alguna extraña razón había desaparecido y ahora, yo debía encontrarla.

Caminaba rápidamente por esa avenida, después de haber tocado en ese recinto aquel taburete dorado con rojo y de haber bajado las escaleras. Las calles tenían cuadros grandes de cemento, y en mi mente venía la imagen de aquella mujer.

De repente, volteaba a mi derecha y te encontré. No te reconocí de inmediato, pues tu peinado engomado no era aquél que usualmente conozco, pero un viento se encargó de acomodarlo como en aquellas fotografías donde lucía largo. Vestías muy a la época, con un traje medio cervantino español y verde, tu color predilecto.

Detuve mi camino y corrí a tu encuentro, pues sabía que tú me ayudarías. Después de saberte lejos y que hacía tiempo que no te veía, me alegraba verte. De pronto, nos vi cuando nos enlazábamos, algo gracioso porque tú tan alto y yo tan peque y con falda amplia.

No fue necesario explicarte lo que necesitaba, y nos pusimos en marcha para encontrarla. Llegábamos a la plaza, llena de humo de incienso y de gente que vendía en sus puestos, algo así como un Zócalo de la Colonia.

Alzaba la vista, y la Catedral se imponía. Sentimos que cerca de ese lugar estaba aquella mujer, en un lugar bajo las piedras grises que se abrirían ante nosotros, pero antes, debíamos obtener ese libro pesado donde estaría la clave.