09 octubre, 2010

Esa casa...

Hoy una casa deja de ser nuestra. Hoy sus habitantes que desde hace ya varias décadas la cuidaron, la dejan vacía y llena a la vez... en el futuro, ella no existirá más, pues será transformada en una bodega.

Sin embargo, y aunque en algunos meses vuelva a pasar por esa avenida y voltée a buscar el #82, ante mí se aparecerá esa dulce casa que me vió crecer. Ahí, en esas paredes de 30 años, se quedan mis pasos y momentos: mi niñez, mis fiestas de cumpleaños, mis bienvenidas y mis despedidas.

Esa casa tiene la historia de tatarabuelos, abuelos, hijos y nietos... de primos, primas, bisnietos, tíos, hermanos y hermanas.

Ella me adoptaba cada fin de semana; me dió refugio durante 2 meses en dos años; me vió partir a otra ciudad y a otro país; fue el primer lugar al que llegué después de mi ausencia de 8 meses.
Ahí se quedan mis travesuras de niña y de no tan niña, mis juegos con mi Chivigón, las mañanitas , pasteles, pozoles y tamales de cada año; mis intentos de dependienta de una papelería; los carnavales de octubre y aquel habitante que creemos nos acompañaba.

La úlima vez que me despedí de ella, fue con una sonrisa y no con llanto, como lo solía hacer. En ese momento yo no sabía que esa sería la última vez que ella me acogía, y en mi mente estaba la idea de regresar a visitarla... pero me queda el consuelo que cuando me alejaba, mis ojos no llovían y mi boca sonreía.

2 comentarios:

  1. Oye pues qué mala onda, siempre uno siente esos lazos sentimentales con la familia y las cosas auqneu no quiera.

    ResponderEliminar
  2. Va una historia larga: Yo tengo un lazo muy muy fuerte con la carnicería en la que trabaja mi abuelo: desde muy pequeña asistía a esa carnicería -aunque fuera a hacer bulto-; después, con el tiempo y cuando mi papá lo consideró sensato, fui una de las pocas chicas de la familia que perdió por absoluto el glamour -jajajaja, ¿cuál?- para hacerse de un cuchillo y partir carne, y pasar el mayor tiempo con el abuelo, ahí donde era su lugar desde siempre, desde que yo lo conocí. Siempre ha sido una de las cosas que más me gusta hacer cada vez que los visito; ahora ya no estoy ahí partiendo carne, pues a mi papá ya no la agrada tanto la idea y al parecer a mi abuelo tampoco, pues ambos creen que debería de estar ocupando mi tiempo en otras cosas y no en moler carne, barrer pisos, limpiar el hacha o la sierra XD. Pero yo me diviertía haciéndolo.

    No puedo imaginar que pasará con ese local al paso del tiempo, si alguien decidirá atenderlo o si sencillamente se quedará ahí quieto guardando las memorias. Supongo que eso te pasa. Creo que habrá que pensar que ese lugar siempre será parte de nuestra vida y que, aunque no podremos visitarla, en la imaginación y en el recuerdo sus puertas siempre estarán abiertas.

    ResponderEliminar