23 noviembre, 2010

Malviajes de 40 min


Desde hace unos días, comencé a recordar a carcajadas.

En mi terapia post-Francia con una de mis amigas, nos reímos de todo lo que pasamos allá: desde los momentos trágicos (como ese 1 de enero con una inconsciente que ahora, creemos fue fingida) hasta los momentos graciosos que ahora a un año, nos vuelven a hacer reír.

A pesar que una y otra terminó odiando o amando Francia, es el mismo sentimiento de querer regresar. A pesar de esos vientos que desarman techos de liceos y destruyen paraguas al por mayor; de esos días de invierno que comienzan a las 8 am y terminan a las 5 pm; de ese 1 de 7 días soleados por 3 horas; de esas temperaturas en que OºC es considerado como un clima agradable y con poco frío; de esas lluvias que sorprenden y mojan en menos de 5 min; de ese color monótono y único presentado en sus muy creativas tonalidades (negro, negro medio, negro azabache, etc.) ... queda ese querer volver por 15 días o por dos años.

Hoy me malviajé en crear mi pasado paralelo sin futuro presente. Recordé una noche de noviembre en que fui a una fiesta. Sorpresa o no sorpresa, esa noche se hizo presente ese francés (cual apariencia principesca) que increíble para un comportamiento galo, se lanzó a la conquista con un baile menos sexy y más ridículo, pero que al fin lo armó de valor.

La historia paralela me llevó a las siguientes opciones: frecuentes visitas de fin de semana a una sola ciudad y por tanto, quizás menos países visitados; dependencia al celular o al internet; posbile presagio cumplido de una lectura de cartas pre-Francia; cambio de prioridad a 3º ó 4º plano de mis vecinos; entre otros. Los desenlaces de ese malviaje son dudosos, pues en ese momento el camión llegó a mi destino.

¿Qué queda? Disfrutar lo que es uno ahora, gozar de esas memorias y sacar provecho de esos 40 min de ocio.

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